Había una vez, en una vasta sabana dorada, un joven león llamado Leo. Leo era pequeño para su edad, pero tenía un corazón grande y valiente. Vivía con su mamá y papá en una cueva acogedora bajo un enorme baobab. A Leo le encantaba explorar y soñar con grandes aventuras. Un día, Leo escuchó a los animales hablar sobre un lugar llamado «La Montaña Mágica». Decían que en la cima de la montaña había un árbol que concedía un deseo a quien llegara hasta él. Leo decidió que debía encontrar la Montaña Mágica y pedir un deseo para que todos los animales de la sabana fueran felices y nunca tuvieran hambre. Antes de partir, su mamá le dio un fuerte abrazo y su papá le entregó un collar con una pequeña piedra brillante que había pertenecido a sus antepasados. «Este collar te guiará y protegerá,» le dijo su papá. En su camino hacia la Montaña Mágica, Leo enfrentó varios desafíos. Primero, tuvo que cruzar el Río Rugiente, un río ancho y turbulento. Leo estaba asustado, pero recordó el consejo de su papá y usó la piedra brillante para encontrar un puente seguro de piedras. Luego, Leo se encontró con Zuri, una cebra que había perdido su manada. «No sé dónde están,» lloró Zuri. Leo, con su corazón compasivo, decidió ayudarla. Juntos, recorrieron la sabana y, usando el collar mágico, encontraron la manada de Zuri al anochecer. Zuri estaba tan agradecida que decidió acompañar a Leo en su aventura. Después de varios días de viaje, Leo y Zuri finalmente llegaron a la Montaña Mágica. La subida fue empinada y difícil, pero no se dieron por vencidos. Al llegar a la cima, vieron el árbol mágico, cuyas hojas brillaban como estrellas. Leo cerró los ojos y pidió su deseo: «Deseo que todos los animales de la sabana sean felices y nunca pasen hambre.» Al abrir los ojos, una luz cálida los envolvió, y Leo sintió una gran paz. Cuando regresaron a la sabana, algo maravilloso había sucedido. Había hierba verde y abundante, y los árboles estaban llenos de frutas. Todos los animales estaban felices y agradecidos con Leo y Zuri por su valentía y amabilidad. Leo había aprendido que, aunque era pequeño, tenía el poder de hacer grandes cosas. Y así, cada noche, bajo el baobab, soñaba con nuevas aventuras, sabiendo que el amor y la valentía siempre lo guiarían.